Una vez finalizado el recorrido que trazamos para elaborar esta tesina, resulta apropiado volver sobre las razones y cuestionamientos que dieron origen a la investigación, para así poder ser consecuentes con los objetivos que nos planteamos en un primer momento. Recordemos que el eje rector de este trabajo fue reconocer las estrategias comunicacionales presentes en las representaciones de las efemérides históricas nacionales que propician un relato de sentido unívoco respecto de la historia de la Nación. Para dilucidar tales estrategias fue necesario elaborar un entramado teórico que nos provea herramientas específicas, como así también delinear los parámetros metodológicos que nos permitieran trabajar de manera acorde al cuantioso corpus relevado. Ambas etapas fueron fundamentales al momento de realizar el análisis, tras el cual nos disponemos a evaluar nuestra hipótesis, abordando por separado cada una de sus instancias. En primer lugar, se presta atención a la configuración semántica de las representaciones:
El diseño de comunicación visual colabora en la construcción de estereotipos visuales cuyas representaciones, configuradas como materiales para la enseñanza de la historia, han sufrido variaciones significativas a través del tiempo, tanto en su nivel icónico como iconográfico. [...]
Dada la extensión del período relevado, eran esperables variaciones sustanciales a nivel icónico e iconográfico en las imágenes estudiadas. Sin embargo, éstas se dan únicamente a nivel superficial, principalmente en la técnicas de representación. Contrariamente a lo supuesto, los atractores visuales simbólicos actualizados en las imágenes son siempre los mismos, lo cual deriva en una repetición constante a nivel icónico en el lugar lógico del símbolo. Asimismo, la configuración iconográfica de éstos replica su estructura a lo largo del período. La reproducción sistemática de este reducido número de representaciones en el ámbito escolar deriva en la cristalización del proceso histórico en un imaginario visual sumamente encapsulado donde las imágenes emblema son protagonistas. Confirmado este proceso de convencionalización iconológica, coincidimos con lo expuesto por Cruder al mencionar que el canon de imágenes escolares es «de diversidad sólo aparente y de insistencia permanente, hasta el punto de constituirse en una suerte de servicio visual obligatorio» (2008: 192). Por tanto, la afirmación final de esta parte de la hipótesis se ve claramente refutada; al mismo tiempo que damos por cumplido nuestro primer objetivo específico.
Ahora bien, en una segunda instancia, hipotetizamos acerca los efectos de sentido del estereotipo:
[...] A pesar de ello, la estrategia reproductiva del estereotipo no se modifica en las representaciones de las efemérides en los manuales escolares y en los medios de comunicación, instituyendo un relato unívoco que ha colaborado en la construcción de una identidad nacional unificada.
En este caso, los resultados del análisis coinciden con las afirmaciones propuestas en un primer momento: la estrategia de uso del estereotipo en todas las efemérides estudiadas es, efectivamente, fuertemente reproductiva. Es decir, su argumento atiende a la reafirmación de sus condiciones de surgimiento, respondiendo a la necesidad política de distribución homogénea de un relato histórico que incida en la construcción identitaria.
En la misma línea, podemos establecer una correlación con los resultados arrojados en el espacio del dicisigno. El aferramiento a representaciones canonizadas a pesar de habilitarse nuevas posibilidades de producción y reproducción se considera una práctica política que opera en favor de la estrategia reproductiva del estereotipo. Desde 1950 a la fecha, los avances tecnológicos nos proveen de herramientas que presentan nuevas posibilidades, y sin embargo, las representaciones no sufren alteraciones significativas sino que, como máximo, se actualizan los elementos contextuales. Es decir que es cada vez más deliberada la decisión de reforzar la continuidad de determinadas formaciones residuales.
Los estereotipos visuales poseen la capacidad de controlar la significación y orientarla hacia una interpretación unívoca de la imagen, lo que los vuelve potentes dispositivos para la incorporación de significados, valores y prácticas del orden social efectivo. Esta característica se ve reforzada en nuestro caso particular, dado que se hace un recorte de esta categoría estudiando aquellos que son utilizados para la enseñanza formal y no formal, recordando que uno de los principales ámbitos donde se institucionaliza la tradición selectiva es el educativo. Como mencionamos en el marco teórico, en la escuela se transmiten habilidades y conocimiento necesarios, cuyo sesgo puede determinarse a partir del estudio de los contenidos curriculares y estrategias pedagógicas aplicadas.
Por tanto, este conjunto de representaciones transparenta el modo en que la esfera hegemónica decide contar la historia y enseñarla en las escuelas: en este punto, nos es posible afirmar que el relato visual de la historia argentina carece de procesos y conflictos, reduciéndose a una suma de escenas romantizadas y fuertemente afectivizadas. Si atendemos a las capacidades de la audiencia, que a su temprana edad no posee las herramientas para desentramar los procesos que median entre el hecho y su interpretación visual, el relato histórico se configura como un potente dispositivo de alto sesgo político para la reproducción de valores dominantes, pero no tanto así como dispositivo de enseñanza y promoción del pensamiento crítico respecto de la historia.
Es interesante reflexionar las conclusiones expuestas hasta aquí a partir de un traslado conceptual de lo propuesto por Eco en La estrategia de la ilusión, donde las representaciones visuales de las efemérides argentinas pueden pensarse en los términos que el autor propone a la hora de referirse a la fotografía:
La fotografía, para una cultura habituada hoy a pensar por imágenes, no era la descripción de un caso singular (y de hecho no importa quién fuera el personaje, ni la fotografía sirve para identificarlo): era un razonamiento. Y ha funcionado. Importa poco saber si se trataba de una pose (y por tanto de algo falso), si era el testimonio de un acto de consciente petulancia, si era obra de un fotógrafo profesional que calculó el momento, la luz, el encuadre, o si, por el contrario, se hizo casi sola, disparada por azar por manos inexpertas y afortunadas. En el momento en que apareció comenzó su itinerario comunicativo: una vez más lo político y lo privado se han visto atravesados por las tramas de lo simbólico que, como siempre sucede, ha demostrado ser productor de realidad. (Eco, 1999 [2015]: 225, las cursivas nos pertenecen)
Cada una de las representaciones, en particular aquellas que se han constituido como emblema, ha condensado una serie de discursos que supera el acontecimiento histórico al que refieren, colaborando en la construcción de una especie de mitología cuyo fin último es el de ideologizar un nosotros imaginado al que afiliarnos. Al mismo tiempo se reproducen de manera contigua, si se quiere, imaginarios relacionados al género, etnias y clases sociales, que si bien no constituyen el eje de estas representaciones, son posibles de ser reconocidos en las mismas. Esto es un claro ejemplo del uso de formaciones residuales para la reproducción de valores relevantes para la hegemonía, en tanto elementos aprovechables del pasado que se hallan en actividad dentro del proceso cultural contemporáneo.
Si bien el aprendizaje de la historia en la escolaridad obligatoria es un instrumento fundamental para la formación de ciudadanos, Alberto Rosa Rivero postula los siguientes cuestionamientos:
¿es lo mismo identidad nacional que ciudadanía? ¿Qué ciudadanos queremos formar? ¿Qué signos de identidad queremos conservar y cuáles transformar? En definitiva: ¿qué cives queremos? ¿Qué papel deben ocupar la historia y otras prácticas del recuerdo y del olvido para la formación del ciudadano? (en Carretero y Voss, 2004: 64)
En el mismo sentido, reflexionamos acerca de nuestro rol como comunicadores visuales al diseñar el modo de acceso a esta información, dado que, volviendo a una de las citas que da inicio a este libro (Ledesma, 2010), diseñamos el modo en que un determinado hecho visible será apropiado por una comunidad, incorporándose a su imaginario. En nuestra disciplina recae la responsabilidad de diseñar dispositivos visuales capaces de favorecer un proceso de enseñanza de la historia que la convierta en un «instrumento fundamental para que las nuevas generaciones ganen capacidad de análisis y control sobre el funcionamiento de la sociedad, la cultura y la cosa pública» (Alberto Rosa Rivero en Carretero y Voss, 2004: 64).